Escenario: local de indumentaria femenina, posiblemente al medio día (en la
hora de almuerzo) o, ¡peor!, post-trabajo, un miércoles “mujer” de descuentos.
Sí, caótico. Las prendas pasan una atrás de otra y los ojos escanean a toda
velocidad. Y de repente... lo más molesto de este shopping compulsivo: la
remerita que se patina y se cae al suelo. Y alguna que otra se
hace la sota y sigue de largo. ¿La solución? Una simple tirita de abrojo en cada extremo de la percha. Le ahorra
el trabajo a las que se agachan y la vergüenza a las que
desaparecen. Con qué poco ¿no?